El atún aleta azul en el Pacífico Mexicano

Foto: Ramón Castellanos

POR: Ramón Castellanos | @tu3rc45

La mayoría de los peces no regulan su temperatura corporal, más bien habitan en donde la temperatura del agua es la ideal para su funcionamiento. Los atunes son excepciones a esa mayoría, ya que mantienen su temperatura corporal independiente de la del mar. Esta forma de metabolismo incrementa la temperatura quemando calorías a través del ejercicio muscular: nadando. Como consecuencia, los atunes viajan en cardúmenes de peces rápidos y hambrientos, capaces de ir y venir entre el agua templada de Japón y Norteamérica, y el agua tibia tropical del sur de Baja California y el Mar de Taipei Chino, detrás de sus presas favoritas: sardinas, anchovetas y macarelas.


Como se podrán imaginar, esta relación depredador-presa resulta altamente demandante en términos de energía: para incrementar un kilo de atún, es necesario el consumo de 10 kilos de sardina; el resto se quema nadando detrás de las sardinas, que a su vez queman 90% de su ingesta (plankton) huyendo de los atunes.


Pasando a tierra la historia empieza a tornarse complicada. El atún aleta azul del Pacífico (AAA) ha sido servido en mesas japonesas por cientos de generaciones. Es parte de la tradición y de la cultura del país, con un lugar especial en el mercado de Tokio. Esta tradición hoy está al alcance de millones de personas gracias a la dispersión del sushi y el sashimi hacia las grandes ciudades del mundo. La mayoría de los AAA del Pacífico se venden mediante subastas en el Tsukiji Fish Market de Tokio, en donde todos los peces que llegan están vendidos de antemano, sólo falta fijar el precio. En 2013 un ejemplar de AAA de 221 kilos se vendió en la cifra récord de $1.76 millones de dólares. Y aquí es donde se complica más la cosa, porque sigue aumentando la demanda sobre una población sobreexplotada por muchos años y a la cual no le hemos dado tiempo de recuperarse. 


El AAA (Thunnus orientalis) nace en aguas someras de las costas asiáticas, entre Filipinas y Japón. Permanece un par de años cerca de la tierra y es ahí donde se le ha pescado por más tiempo de manera tradicional: a mano, con caña y anzuelo. Este esfuerzo pesquero provee de proteína a millones de personas, y es a la vez el que depreda al mayor número de ejemplares por tonelada, al ser todos pequeños juveniles menores de tres años de edad.


Los que logran dejar atrás las cañas y anzuelos de la infancia emprenden su desplazamiento hacia mar abierto en busca de alimento, y algunos juveniles migran hacia las costas de Estados Unidos y México para pasar dos o tres años cazando y aumentando de peso para regresar de adultos a Asia para reproducirse. Esto es si sobreviven a las redes de cerco de la industria atunera que atrapan cardúmenes completos en todo el Pacífico —incluida su ruta migratoria— y las aguas de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de México.


Los manejadores de pesquerías calculan el tamaño de una población mediante su volumen en toneladas (biomasa) y le llaman stock o producto. Esta cifra se obtiene midiendo la relación entre el esfuerzo pesquero (cuántas horas de pesca) y las toneladas capturadas, con una visión enteramente de producto y no de vida silvestre. La diferencia no sólo es semántica, también tiene implicaciones importantes como los servicios ambientales. Los peces en el mar, además de ser el objeto de la industria pesquera, son elementos fundamentales del ecosistema y proveedores de servicios dentro de una cadena trófica que conecta los continentes. 


El tamaño estimado de la población de AAA en 1952 era de 145,000 toneladas, llegando al tamaño máximo de 215,000 toneladas en la década de 1960. Actualmente, se estima en menos de 40,000 toneladas. De acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la especie está en la Lista Roja de Especies Amenazadas en la categoría de Vulnerable y considera que la población está sobreexplotada y sigue sucediendo la sobrepesca.


El volumen de captura de la pesca industrializada de AAA comienza a medirse y registrarse en la década de 1950, y en 1956 llega al récord de 40,000 toneladas. A pesar de que el esfuerzo ha seguido aumentando desde entonces, incluyendo la incorporación de alta tecnología (helicópteros, sonares tridimensionales, redes de cerco de kilómetros de largo y 500 metros de profundidad, barcos con capacidad de capturar y congelar 800 toneladas en un solo viaje), las capturas siguen disminuyendo. Mala señal que implica la reducción constante del tamaño de la población.


En 2008 se pescaron 24,507 toneladas, y en 2014 17,065 toneladas en el Pacífico. El 81% de la pesca ocurre en Asia (Japón, 93%, Corea del Sur, 5% y Taipei Chino, 2%) y el restante 19% de la pesca sucede en aguas costeras de Norteamérica, con 83% de las capturas por parte de la flota mexicana (redes de cerco/engorda en corral para exportación) y 17% en Estados Unidos (mayormente pesca deportiva).


En México la industria del AAA hace un manejo combinado de los atunes, los capturan vivos mediante redes de cerco en aguas de la ZEE de México en el Pacífico y los traslada en grandes corrales flotantes a muy baja velocidad hasta llegar a las costas de Ensenada, Baja California. Aquí los esperan otros encierros en los llamados ranchos de atún o tuna farms. Estas instalaciones están ancladas al fondo marino, generalmente cerca de la costa para facilitar la vigilancia y el traslado de alimento y demás operaciones. El objetivo del encierro es aumentar el peso y la talla de los atunes durante tres a ocho meses para incrementar el volumen de venta. El alimento barato utilizado en el proceso de engorda es la sardina congelada.


En el caso de los encierros, al estar cerca de la costa en zonas poco profundas, la dispersión natural de los excedentes biológicos de los atunes no es óptima y se acumulan grandes cantidades de nitrógeno orgánico en el fondo circundante, especialmente corriente abajo. Esta acumulación puede tener consecuencias serias en la biodiversidad del área y si persiste sin dejar intervalos de descanso suficientes para su recuperación, el daño podría ser duradero.


De acuerdo con datos de la entonces Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), el mercado de AAA en México lo operan seis Sociedades Anónimas, todas en Baja California. La gran mayoría del atún cosechado se exporta a Japón a través de brokers japoneses. En 2006 la derrama económica generada por las 4,350 toneladas producidas en nuestro país fue de 74 millones de dólares, pero fueron vendidas en Japón por 714 millones de dólares a los intermediarios comerciales. 


¿Qué podemos hacer al respecto? Como país, involucrar al sector ambiental y a distintas visiones académicas en las decisiones de manejo de la especie, dándole prioridad a la conservación y al manejo sustentable basado en ciencia. Inclusive, proponer restricciones al comercio internacional mediante la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) de la cual México forma parte. Como individuos, exigir a nuestras autoridades el manejo basado en ciencia que le dé prioridad a la conservación ante la explotación y dejar de consumir atún aleta azul y otros productos del mar no sustentables como el camarón industrial o el salmón de granja.


Con información de:

Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN. 2014.

Sagarpa / Conapesca

Antonio Díaz de León y Fernando Noriega-Betancourt. “Conservación de Ecosistemas Marinos en México: Hacia la Cumbre Mundial de los Océanos”. Senado de la República. México, 2017.

ISC14. Report of the Fourteenth Meeting of the International Scientific Committee for Tuna and Tuna-Like Species in the North Pacific Ocean. China, Taipei. 2014.

ISC14. 2014. Stock Assessment of Pacific Bluefin Tuna. International Scientific Committee for Tuna and Tuna-Like Species in the North Pacific Ocean. China, Taipei. 2014.


Sobre el autor

Cuenta con 20 años de experiencia en el diagnóstico, planificación y aplicación de iniciativas relacionadas con la conservación de los recursos naturales y el desarrollo sustentable. Durante 10 años fue Director Adjunto de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno (Baja California Sur), donde desarrolló diferentes programas, entre los que destacan la protección de la ballena gris así como los vinculados con educación ambiental, manejo pesquero del área protegida, recuperación de especies amenazadas y aprovechamiento sustentable de la vida silvestre de la región. Colabora con Beta Diversidad y ha dirigido programas de conservación y manejo sustentable en Oaxaca, Veracruz y Campeche. 



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