Desde el fondo del mar hasta la cima de las montañas, necesitamos el océano para la vida en la tierra tal y como la conocemos.
Al ver al océano desde nuestro maxi-trimarán, Sails of Chage, siento un sincero respeto y una profunda conexión con el océano. Esta conexión no es sólo sentimental, es real, y creo que es verdadera para toda la humanidad. Desde el fondo del mar hasta la cima de las montañas, necesitamos el océano para la vida en la tierra tal y como la conocemos.
Llevo toda la vida aprendiendo sobre el océano, inspirada por mentores como la querida Sylvia Earle, por defensores del medio ambiente y científicos marinos de todo el mundo. Y la ciencia nos muestra que un océano sano depende no sólo de que salvaguardemos vastas extensiones de éste y que logremos el objetivo de proteger al menos 30% para el 2030, sino también de que nos aseguremos de que esta protección tenga sentido.
Parece que ha pasado mucho y poco tiempo desde la última vez que di la vuelta al mundo en el invierno de 2015 a 2016. Mucho tiempo porque se han tomado varios años para concientizar a la población mundial: que un océano sano nos da oxígeno, alimentos y medios de vida, y al mismo tiempo, nos ayuda a mitigar el cambio climático; que necesitamos crear enormes zonas del océano total o altamente protegidas para mantenerlo sano; que tenemos que elegir los ecosistemas adecuados para conservar las zonas clave de biodiversidad repletas de vida; que tenemos que ser rigurosos con el control y la aplicación de esas áreas marinas, respetando los derechos y el papel esenciales de los pueblos indígenas y las comunidades locales en la conservación. Sin embargo, parece que tenemos poco tiempo para hacerlo, porque en términos de conservación es urgente que volvamos a conectar con el océano y actuemos ahora para proteger la salud de los mares del planeta y, en consecuencia, nuestro futuro.
La pandemia del COVID-19 nos hizo pensar en lo que podríamos hacer mejor, en cómo podríamos hacer de nuestro planeta un lugar en el que nuestros hijos, nietos y las generaciones futuras puedan vivir, estar sanos y disfrutar. Es hora de volver a construir de mejor manera. Estoy convencida de que también es el momento de volver a conectar con nosotros mismos y con la naturaleza.
Tal vez esos pensamientos futuros son los que inspiraron a Ecuador, Colombia, Costa Rica y Panamá, cuatro países latinoamericanos que recientemente mostraron su liderazgo a todo el mundo. Se atrevieron a establecer conexiones entre sus gobiernos, entre la ciencia y la política y, sobre todo, entre sus Áreas Marinas Protegidas (AMP). En la COP (Conferencia de las Partes) 26 de Glasgow, anunciaron su intención de crear un gran Corredor Marino del Pacífico Este Tropical que conecte sus AMP nacionales y aumente considerablemente la superficie total protegida del océano, convirtiéndose en un refugio seguro para gran parte de la biodiversidad más rica del mundo y las rutas migratorias de especies marinas clave.
En octubre de 2021, el Parque Nacional Revillagigedo —en México— se unió al Corredor Marino del Pacífico Este Tropical (CMAR), una iniciativa no vinculante para la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad marina en la región, que se estableció en 2004. En los últimos años, con Pew Bertarelli Ocean Legacy (PBOL), he tenido el honor de comprometerme y apoyar a aliados locales para fomentar su labor de creación, gestión y conectividad de las AMP, como Beta Diversidad, MigraMar y la Coalición en Defensa de los Mares (CODEMAR), entre otros, así como miembros de los gobiernos de Ecuador, Colombia, Costa Rica y México, que en 2017 decretó el Parque Nacional Revillagigedo, su mayor reserva marina, que hoy protege una enorme variedad de vida marina y es otro punto de paso crítico para las especies migratorias en el Océano Pacífico. En la COP 26, el Presidente de Ecuador también anunció una ampliación de la reserva marina de Galápagos, y el Presidente de Colombia hizo público que su país duplicaría las zonas marinas protegidas nacionales.
Estas iniciativas, y otras en todo el mundo, me dan la esperanza de que los gobiernos tienen en realidad la voluntad política de actuar no sólo unilateralmente sino también a nivel local para hacer realidad la protección de los océanos.
En mis visitas a esta región, como a otras, me asombra la increíble belleza de la naturaleza, y me motiva aún más a trabajar para proteger la biodiversidad en todas sus formas, en la tierra y en el océano.
Así como espero no perder nunca esta sensación de asombro ante la belleza natural, creo que es de suma importancia que sigamos avanzando en la ciencia para entender mejor el océano y así cumplir con nuestra responsabilidad hacia los jóvenes y pequeños estudiantes de mantener el océano y a nuestro planeta sanos.
Conforme escribo esto me estoy preparando para emprender otra gran travesía marina; a lo largo de nuestro viaje espero iluminar a la gente del por qué necesitamos asegurar que la naturaleza esté protegida y reconectada, para restablecer el equilibrio en la relación de nosotros como humanidad con el entorno que nos rodea.
Sobre la autora
Es defensora de los océanos y la mujer más rápida en navegar alrededor del mundo. También es asesora especial la UNCTAD y la UICN. A través de Bertarelli Foundation, se asoció con The Pew Charitable Trusts para crear Pew Bertarelli Ocean Legacy en 2017. Fundó en 2021 Sails of Change con sus hijos y su marido, Yann Guichard, y ese mismo año puso en marcha Global Fishing Watch Marine Manager para ayudar a la gestión, el seguimiento y la aplicación de las reservas y apoyar los esfuerzos internacionales para crear nuevas AMP y ampliar las existentes.